Educação, transformação e inclusão na prática docente

Daniele Lopes Oliveira, Vinicius Seabra

PREFÁCIO

Apoyar el sueño de un mundo mejor y adherirse a él es entrar en el proceso de crearlo, un proceso de lucha profundamente anclado en la ética. Una lucha contra cualquier tipo de violencia, contra la violencia sobre la vida de los árboles, de los ríos de los peces, de las montañas, de las ciudades, sobre las huellas físicas de las memorias culturales e históricas; sobre la violencia ejercida sobre los débiles, sobre los indefensos, sobre las minorías ultrajadas; contra la violencia que sufren los discriminados, no importa la razón de la discriminación. Una lucha contra la impunidad que en este momento se fomenta entre nosotros el crimen, el abuso el desprecio hacía los más débiles, el desprecio ostensible hacia la vida (Paulo Freire)

Las relaciones entre las políticas públicas en América Latina y las instituciones públicas no están exentas de muchas de las tensiones que marcan históricamente la vida social contemporánea: acuerdos, innovaciones, conflictos, continuidades, entre otros. En otras palabras, el mundo está cambiando y en consecuencia las instituciones educativas advierten la necesidad de participar en estos procesos de transformación.

Por ejemplo, en la actualidad, vivimos en una época de conflictos de paradigmas, positivista, mecanicista ahora lo que se intenta tener una visión holística, más integral, más compleja que promueva una nueva conciencia humana, con orientación planetaria (MORÍN, 1994). Hoy se pretende no solo hacer un cambio de paradigmas, en la ciencia, sino en el más amplio sentido social y ético[1]. Lo que significa tener una constelación de principios filosóficos, valores, percepciones y práctica socioculturales comprometidos con un quehacer comunitario. Es decir, se está planteando una particular visión de la realidad que, a su vez, sea la base del modo en que dicha comunidad se organiza. No debemos olvidar que lo alternativo, lo nuevo, no es una nueva herramienta, sino una forma diferente de ver el mundo.

Esta manera diferente de ver la realidad significa pensar en los demás, en nosotros mismos, es decir implica un cambio a fondo de nuestra mirada, en nuestras concepciones. Toda la vida y todos sus problemas están interconectados, y no se puede decir que son interdependientes o que debe existir otras lógicas, otras formas de ver el mundo natural y social. En otras palabras, hoy se está poniendo en juego otra forma de pensar. Todos estamos de acuerdo, que es fundamental un cambio radical en nuestras formas de ver la realidad y la forma de hacer las cosas. Consecuentemente, todo ello requiere cambios profundos en nuestros valores, en nuestras prácticas identitarias y culturales más arraigadas. Por lo tanto, se plantea un mayor compromiso con la convivencia, la cual genere profundas conexiones con toda la humanidad, con todos los seres vivos, con el planeta Tierra y el cosmos en general. Lo cual implica pasar definitivamente a una nueva preparación académica que coadyuve a una mayor solidaridad, a un mayor cuidado de la naturaleza y en general tener un compromiso ético con la sociedad.

El desafío de la globalidad es, por lo tanto, al mismo tiempo el desafío de la complejidad. En efecto, existe complejidad cuando no se pueden separar los componentes diferentes que constituyen un todo (lo económico, lo político, lo sociológico, lo psicológico, lo afectivo lo mitológico) y cuando existe tejido interdependiente, interactivo, e inter-retroactivo entre las partes y el todo, el todo y las partes. Ahora bien, los desarrollos de nuestro siglo y de nuestra era planetaria nos enfrentan cada vez más y con mayor frecuencia y de manera cada vez más ineluctable con los desafíos de la complejidad (MORÍN, 1999, p. 14).

Tanto el Estado a través de sus políticas educativas y las instituciones académicas construyen ideas y prácticas a cerca de lo que hay que hacer. Sin embargo, hoy existe la pregunta de los deberes de ambas instituciones. La pregunta ahora es ¿qué hay que cambiar?; ¿a quién le toca esta responsabilidad?; ¿con que enfoques y metodologías trabajar?;¿cómo reorientar el tiempo en las aulas?; ¿cómo posicionan más la tarea del aprendizaje en la era digital?; ¿cómo mejorar la actitud de sus actores?; ¿cómo influyen las relaciones socio económicas y culturales en estos cambios?; ¿cómo asumir la incertidumbre y la complejidad? Entre otras.

Esta dicotomía entre el ser y el deber ser invade todos los territorios en la vida social, pero difícilmente pueden encontrarse ejemplos tan extremos como en educación. Los descubrimientos y resultados, por supuesto que provisionales y parciales de las investigaciones en ciencias de la educación no parecen ni siquiera inspirar e iluminar las prácticas pedagógicas convencionales (PÉREZ GÓMEZ, 2012, p. 14).

En otras palabras, el mundo está cambiando y en consecuencia las instituciones educativas hoy se advierten varias tensiones en las relaciones académicas y sociales cotidianas. El no cumplimiento de estas obligaciones en muchos planteles educativos es vivido como desconcierto y mucha preocupación. Porque se supone que en estos espacios académicos sus docentes se encuentran con una formación profesional que en teoría los habilita para resolver estas problemáticas.

Sin embargo, en los hechos no es así, por lo tanto, esto se ha considerado importante y consecuentemente traer a la mesa de los debates, su tipo de formación, porque lejos de dar por sentado esto, hay que superarlo en los hechos. Los docentes, por su parte, está obligado a tener una profesionalización tal, que le permita enfrentar estos nuevos planteamientos con un sentido crítico y actúe de tal manera que se promueven cambios en la vida académica de los planteles. pero sobre todo que se asuma la importancia del fomento de los llamados temas emergentes (QUINTANA y APARICIO, 2015)[2] en la educación, entre los que destacan la diversidad sociocultural e interculturalidad y la diversidad de capacidades, los avances en las tecnologías, entre otros.

[…]

Prof. Dr. Antonio Carrillo Avelar
Universidad Pedagógica Nacional (UPN)
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

Mayo de 2020

Notas

1- […] El proceso educativo es sobre todo ético. Exige de nosotros constantes pruebas de seriedad. Una de las buenas cualidades de un profesor, es darle testimonio a los alumnos que la ignorancia es el punto de partida de la sabiduría, que equivocarse no es un pecado, sino que forma parte del proceso de conocer y que el error es un momento de la búsqueda del saber (FREIRE, 2013).

2- Temas emergentes en educación, se entiende la capacidad prospectiva a la respuesta en el tiempo a cambios teóricos, conceptuales o paradigmáticos que se han manifestado o que están por ocurrir. Llamaremos temas emergentes a los que dan cuenta de novedades fácticas o teóricas, escasamente tratadas y cuyo ulterior desarrollo conducirá a una definición nueva del campo de estudio (ROJAS, 2015, p. 15).

Referencias

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Ano de lançamento

2020

ISBN [e-book]

978-65-86101-67-6

Número de páginas

248

Organização

Daniele Lopes Oliveira, Vinicius Seabra

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